24/2/08

...Quiero salir de aquí...


No puedo soportarlo, cada día que pasa me cuesta más caminar… ya no entiendo porque sigo aquí… Me siento atrapado en esta ciudad, rodeada de montañas que impiden ver el mundo, paredes que limitan mis sueños y de este cielo gris… esta marabunta de gases tóxicos no me deja respirar el aire puro de la libertad… Quiero vivir, quiero acelerar el ritmo de los latidos de mi corazón, quiero llenar mi cerebro de nuevas vivencias… Necesito ilusiones que alimenten mi estómago vacío de sueños… Pero nada cambiará, estoy anclado a esta ciudad, la roca que la rodea es inexpugnable para alguien tan débil como yo estoy… hoy…

Es invierno, las navidades pasaron, un años más, falsa felicidad rodeando cada escena familiar, y yo… escondiéndome antes de estallar, antes de que cristalinas gotas de tristeza mostraran al mundo que no soporto mi existencia…

Pequeñas volvas de nieve comienzan a surcar el horizonte que hay tras mi ventana, dándole un halo de blanca belleza a esta triste noche…

…a esta noche eterna…

Hoy es el día. Llevo tiempo pensándolo, y hoy voy a respirar por última vez este sucio oxígeno. Todo ha ido demasiado lejos. Mis compañeros de piso duermen, siempre les oculté mis sentimientos, hace años que decidí guardarme una gran parte de mis sentimientos… guardarlos sólo para mi, quizás eso ha hecho que se corroya antes mi interior…

Sobre la mesa he dejado una carta… un pequeño epitafio:

Hoy es el final. He ido prolongándolo, pero ya no puedo más, he decidido ir a descansar al bosque... pero esta vez no volveré...

P.D. He dejado un sobre con dinero para acabar de pagar mi parte hasta que se acabe el contrato. Espero que vosotros ganéis el pulso a la vida. Yo perdí hace tiempo”.

Cogí la mochila y metí uno a uno mis últimos compañeros de viaje, iba a ser un final como el de esos cuentos que me gustaba leer, esos relatos siniestros, donde la belleza se engalanaba con vestido de muerte. Había llenado mi mp3 de dulces odas a la melancolía, iba a ser mi muerte perfecta y nada lo detendría.

Cerré la puerta, y me dirigí hacia mi final. Al salir del portal miré hacia arriba, la contaminación lumínica no me dejaba ver las estrellas de esta hermosa noche, pero allí estaba ella, mi amada, la hermosa luna, ella era superior a cualquier foco cercano de luz artificial, y marcaba mi camino a seguir, directo a mi tumba, mientras los copos iban reposando sobre mi cabello. Entonces la callé se oscureció, la ciudad sufrió un apagón, una negrura insondable envolvía la cuidad, tan sólo yo estaba por allí esas horas, siguiendo mi camino… pero ahora, también acompañado por las estrellas entre susurros de fría noche.

Después de veinte largos minutos arrastrándome por las callejuelas de mi ciudad llegue al camino que subía por el frondoso bosque, perdiéndose en un oscuro entresijo de árboles y arbustos, todos cubiertos por una fina capa de nieve, donde los rayos lunares entraban a regañadientes por los huecos de entre las hojas.

Comencé la subida, el camino era estrecho, esta ruta no la utilizaba mucha gente, ya que, tras mucho esfuerzo, salías lleno de arañazos por todo el cuerpo...

…llegué a mi lugar…

Allí, en ese claro del bosque, resguardado, pero con una deliciosa vista al cielo nocturno, subía a pensar en mis tristes noches, a hablar con la luna, a contarle mis sueños más profundos, y allí, donde tantas noches escucharon mi lamento… allí era donde un último suspiro terminaría con todo.

Me senté, y comencé el ritual para mi onírica y romantica muerte... encendí un cono de incienso de jazmín, ese olor que tantos momentos había compartido conmigo, saqué un puñado de pétalos de rosa, de un azul oscuro aterciopelado… y los dejé caer sobre el manto blanco.

…Me senté, apoyé mi espalda sobre el árbol que tenia detrás, noté sus arrugas, el paso del tiempo, el tronco imperecedero del olivo en estado salvaje…

…cerré los ojos…..y……suspiré…

…saqué la cuchilla que había comprado para la ocasión… la cogí con fuerza con la mano derecha, volteé la muñeca, poniendo la cuchilla sobre ella, y de un corte limpio, desgarré mi piel. La sangre salía a borbotones, mientras, con extrañeza, me vi esbozando una leve sonrisa, dirigiendo mi muñeca sangrante a mis labios, deseosos del rojo elemento, probé el dulce néctar de la vida, aquello me supo a gloria, a vida eterna…

…agarré fuerte con mis dientes la cuchilla, e hice lo mismo que en la otra muñeca, mis dos brazos sangraban, dejé reposar la cabeza sobre el tronco, el blanco se teñía de rojo, un rojo intenso que iba deshaciendo la nieve, y, levantando los ojos, fijé mi mirada en mi musa, en mi luna…

…cerré los ojos y mis brazos reposaban en el suelo, respiraba mis últimos momentos de vida… de repente sentí como si alguien o algo levantaba mis brazos, separé mis parpados, veía todo borroso…

¿Quién eres?

…sólo podía distinguir el contorno de una mujer con delicadas formas… pasó su pulgar por mi brazo derecho y, mientras su dedo rozaba con mi piel, esta se iba suturando y después la otra… Poco a poco iba recuperando la visión, mi corazón volvía a latir con normalidad. Era preciosa, llevaba un largo vestido negro aterciopelado, su piel, pálida como la nieve que nos rodeaba, y su melena, larga, caía por delante de su cara, dándole una misteriosa imagen, tenía una mirada penetrante a la vez que embelesadora… tan sólo pude sonreir...

...Pasó su mano manchada con mi sangre por su boca, degustándola pasando su lengua por sus labios ahora teñidos con mi espeso licor de vida… seguidamente, se acercó a mi diciendo…

- Buenas noches mi dulce príncipe…

… y me besó… sentí sus fríos labios junto a los míos, con el sabor de la sangre… jamás nadie me hizo sentir tanto con un sólo beso… se acercó a mi oído, y, susurrando me dijo…

- ………eternamente……..

17/2/08

La Musa Embotellada



Eran las cuatro de la tarde, en pleno mes de Agosto. Estaba en mi estudio de la Calle San José, hacía unos años que me había independizado y allí, en mi rinconcito, me sentía libre, pasábamos las horas riendo, besándonos, acariciándonos.... Era un día muy caluroso, fuera el termómetro marcaba 50º, dentro luchábamos por sobrevivir con un viejo ventilador y litros de agua.

El incienso se iba consumiendo poco a poco, yo estaba sentado sobre la moqueta, apoyando mi espalda contra la pared y mirando el sofá que tenia enfrente… Allí, delante de mí, tumbada en el colchón, estaba Sahara, amaba a esa chica. Era dos años mayor que yo, tenia una larga melena de pelo negro y rizado, con los ojos de un verde puro, enigmáticos… jamás encontré a alguien con una mirada como ella… Me encantaba dejar pasar el tiempo, los dos tumbados, mientras nos mirábamos a los ojos… en ese momento la arena del reloj se quedaba suspendida en el aire dejándonos disfrutar de cada segundo eterno.

Hasta que apareció en mi vida vivía encerrado en mi burbuja, con todas las entradas apuntaladas para que no entrara ni el más débil haz de luz, ella me ayudó a abandonar las lágrimas y volver a poder soñar despierto. Era como si un insecto cargado de sangre onírica hubiese entrado a mi cerebro, y, buscando un lugar seguro, hubiese depositado en el sus huevos repletos de esencia de sueños para que eclosionaran y dieran un nuevo aire a mi vida.

Éramos almas gemelas, tan iguales como diferentes, pero necesitábamos oír la respiración del otro para continuar existiendo, éramos unos soñadores empedernidos, nos pasábamos el día con los pies en el aire, viajando por mundos que salían de nuestra imaginación. Era como si sus padres le hubieran marcado desde el nacimiento poniéndole ese nombre que en árabe significa Luna (a mi entender la musa de los soñadores)

Ella se despertó, y girando su cabeza, vio como le miraba y en su rostro se esbozó una sonrisa, nos levantamos los dos y nos fundimos en un abrazo. No me encontraba más seguro en ningún sitio como entre sus brazos, sentía que el dolor no podía ni tan siquiera acercarse a mi…

…………silencio…………..

Mi corazón comenzó a latir débilmente, cada vez sentía que me abrazaba con menos fuerza, de repente, ella, incomprensiblemente, se iba difuminando en la tenue atmósfera que creaba la lámpara de la habitación, las paredes se iban deshaciendo… mi cabeza daba vueltas… caí de rodillas al suelo, quería gritar, pero ningún sonido salía de mi garganta… comenzó a verse el cielo, por lo que, siguiendo el curso extraño que estaban llevando estos momentos, apareció la luna en lo alto y la débil imagen de Sahara comenzó a desaparecer fusionándose con la luz que ofrecía la majestuosa luna…

…Cerré mis ojos…

Estaba soñando… me desperté, noté como mis mejillas se humedecían al recorrerlas un río de lágrimas… era día de luna llena y por la ranura de la ventana se colaba un rayo de la luz lunar…cogí una botella vacía, la destapé, y la enfoqué hacia el haz luminoso, cuando encajó por el pequeño orificio la cerré con fuerza…

…Desde ese día cuando quiero escribir algo… dejo ese recipiente en la mesa, delante de mi… y miro a mi musa embotellada…